martes, 11 de diciembre de 2012

La muerte




de dónde vienen las palabras
el sonido que escucha las destrona
un verbo asoma y muere 
y el mundo se acaba 
en los costados de las ventanillas del auto

el silencio nada en paz
la muerte nos busca y nos encuentra en paz
nos lame y nos sosiega: la gran madre dormida
que siempre reposa en mi estómago

surfeá el desierto que hay adentro
surfeá en mis hilos, madre de sal 
surfeá todo lo hondo que puedas
quisiera escucharte latir en el corazón de los átomos
quisiera jugar de nuevo en tu boca como un pez pequeño
secar las lágrimas

todo hay en el agua
un estanque profundo en los latidos
vacío en el fin de los ruidos
todo el suelo que queda debajo


viernes, 17 de agosto de 2012

noche/ siesta/ tarde

Noche:

Quiero un dios para esta parcela fumigada de tiempo.
Aunque escucho, escucho vieja: incendios y otras puestas de sol que desde allá me gritan cuatro cosas y un viento.
Los segundos aceleran la circulación. Algunas células se comen a sí mismas en tus  aguas profundas; en tu noche sin espasmos.  

Yo
hablo
como
en los sueños.

¿Donde vivías cuando eras chico? Te enfermaste de anginas y la soda te quemaba la garganta; querías ser viejo y vivir en el campo.
Una noche en el patio inventamos palabras y gastamos nuestros nombres. No sé si no me veías.
Ahorqué puntos en el infinito pensando que eran posibilidades. Guardé al campo entre mis piernas.

Siesta:

Atardecer sangriento de verano. Todos los árboles tenían copas y servían su sombra. Las palabras salían densas, lentas, tan pesadas como el calor.


Tarde:

Pedí a mis pasos y a otros nombres que el gran cráter no nos tragara; el sol escalaba el amarillo de la tarde en Cofico pero quemándose lento; continuando su curso.

Hay un sonido en el centro de las bombas  que apaga un ciclo. Yo fui al cine: todos morían dentro mío, cerrando los ojos, en cámara lenta.
No me escuchaste entrar porque no pisaba.
Caían gajos de mandarinas del invierno de los nueve años.